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El Atleti vuelve a ser grande


Llevo dos días malito y no tengo el cuerpo ni la cabeza para escribir crónicas. Sin embargo, no podía dejar de reflejar en este espacio un acontecimiento tan especial como este. Catorce años después del recordado doblete de Liga y Copa, el Atlético de Madrid vuelve a celebrar un título. Y, por primera vez en 48 años, lo hace en Europa.

Como todo el mundo sabe, soy profundamente madridista. Es más, he de reconocer que me divertí profundamente con el descenso a los infiernos del Atleti, el ridículo gol encajado por Toni (GRANDE TAMUDO) en la final de Copa de aquel mismo año e, incluso, con aquel tanto del Tenerife que les condenaba un añito más al infierno. Sin embargo, en los últimos tiempos mi corazón se ha teñido poquito a poco (tampoco mucho, no nos hagamos demasiadas pajas mentales) de rojiblanco. No sé si es porque nuestros vecinos se empeñan, año tras año, en regalarnos 9 puntitos y con ellos algún que otro título de Liga o, porque, en todos los aspectos de la vida, yo siempre suelo estar del lado del débil y el desdichado. Y el Atleti es así, desgraciado por naturaleza: sólo así se explica cómo es posible perder una final de la Copa de Europa en el descuento y con un disparo desde casi 40 metros, o como se puede pasar, en sólo cuatro años, de asombrar al mundo con su fútbol a descender a Segunda. Pero también ahí reside su grandeza. Un equipo capaz de emocionar, para bien o para mal, a tanta gente, tiene que poseer, por narices, algo especial.

Así que, pese a los insultos y burlas que seguro que se oyeron ayer en Neptuno contra el enemigo blanco, eso no me impide disfrutar y emocionarme con la victoria del Atleti en la recién estrenada Europa League. Y entonar, aunque sólo sea por un día, un profundo y sincero: ATLEEEEEETI, ATLEEEEETI, ATLEEEEEETEEEEEEEETI....

PD. Dedicado a todos aquellos que sufrieron, sufrieron y sufrieron. A veces, la paciencia tiene recompensa.

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