Aquí puedes leer todos mis artículos en Suite 101

El Camino de Santiago o cómo formatear el disco duro

Seguro que todos habéis pasado por ese momento en el que vuestro ordenador tiene tanta mierda acumulada que ya no hay forma humana de lograr que funcione correctamente. Por mucho que le pases veinte antivirus, cierres y vuelvas a abrir todos los programas, cambies a otro navegador diferente o lo resetees una y mil veces... Llegado ese momento solo queda una solución posible: formatear el disco duro.

Así estaba yo antes de partir rumbo hacia Santiago de Compostela. Tan petado que nada de lo que hacía servía para lograr que el ordenador volviera a funcionar como debía. Tal vez lo conseguía a ratos pero, al final, el sistema volvía a quedarse colgado. Así que no tuve más remedio que tratar de formatearlo. Y creo que lo he conseguido. No sé si es porque desconectas absolutamente de todo, por las horas y horas de reflexión durante las interminables caminatas o, simplemente, porque el cansancio te vacía por dentro. En principio puede parecer un coñazo, la cosa lleva su tiempo, hay que volver a reinstalar todo y nada te garantiza que en solo unas pocas semanas vuelvas a estar en las mismas. Pero merece la pena intentarlo.  

Tampoco nos equivoquemos. Por mucho que borres toda la información, es imposible que ciertas cosas cambien. Por ejemplo, el sistema operativo va a seguir siendo siempre el mismo, tampoco te vas a poder librar del Explorer o del Reproductor de Windows Media, que te van a seguir persiguiendo durante el resto de tus días. Pero al menos te has quitado todos los virus de encima, puedes instalar programas mejores o, al menos, más útiles, y no volver a utilizar todos aquellos que eran totalmente inservibles pero que tenías por ahí guardados desde tiempos inmemoriales. Es decir, no puedes empezar totalmente de cero porque el maldito Bill Gates lo tiene todo muy bien atado, pero sí que puedes volver a configurar tu ordena un poco a tu antojo. Ya le conoces mejor, sabes de qué pie cojea, qué programas le vienen bien y cuáles son una auténtica basura que no quieres volver a ver ni en pintura.  

El caso es que cuando vuelves a encenderlo, durante unos momentos mágicos, todo vuelve a funcionar de maravilla. Las páginas se cargan en apenas unas décimas de segundo y sientes un cosquilleo de felicidad. Aunque luego queda lo más difícil: mantenerlo limpio y plenamente operativo el mayor tiempo posible. Esperemos que sea así.

0 comentarios:

Publicar un comentario